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AUTORRETRATO DE CRISTO 61 peranecer unidos. La vid es la que extrae el jugo de la tierra y comunica a los sarmientos la savia vital que los vivifica. Los sarmientos separados de la vid no pueden tener vida. Sin recibir de ella el elemento vital, por fuerza tienen que secarse. Y los sarmientos secos para nada va– len, sino para ser arrojados al fuego. Sólo estando nosotros unidos a Cristo es como pode– mos tener vida. La vida de la gracia, que nos hace hijos de Dios y herederos del reino de los cielos. La unión con Cristo nos hace una cosa con Él, y por ella formamos con Él un solo cuerpo orgánico. Cristo es la cabeza y nosotros sus miembros. Los miembros no viven sino al impulso vital de la cabeza. Nuestra unión con Cristo no sólo nos hace vivir, sino que ella es el medio para que po– damos dar frutos agradables a los ojos de Dios. Unidos a Cristo somos como los sarmientos adheridos a la vid que así dan de suyo racimos, los cuales, exprimidos en el lagar, se convierten en vino generoso que conforta y alegra. Si estamos unidos a Cristo, nuestras obras quedan por Él vivificadas, se convierten en frutos de justicia, de san– tidad, de vida eterna. Estos frutos pueden trocarse <:!n fuente de inmortales regocijos. Jesús es la vid; nosotros los sarmientos. Las conse– cuencias que de esta alegoría se derivan son claras. Aquí está expresado lo que Jesús es para nosotros y lo que nosotros somos para ÉL Jesús es la fuente de vida sobre– natural, el centro de donde parte toda nuestra actividad digna de mérito, la cabeza que nos ha de dirigir y gober– nar. Jesús lo es todo. Y nosotros, pobres sarmientos, sin Él no podemos te– ner vida ni ejercitarnos en buenas obras. Sin Él no so– mos nada. Esto ha de engendrar en nosotros la confianza plena en Él y un esfuerzo continuo de vivir a Él unidos. Al mis– mo tiempo, reconociendo nuestra impotencia, hemos de conservarnos siempre sumidos en una profunda humil– dad. Las palabras de Jesús son terminantes: «Sin Mí no

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