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60 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. cretos. En su charla confidencial resaltan estas ideas: la asistencia espiritual que ha de prestarles en su ausencia y la unión en que ellos han de conservarse con Él y en– tre sí. Esto lo hace por medio de una alegoría impregnada de sabor bíblico. Comienza diciendo: Yo sov la vid ver– dadera y mi Padre es el vifiador. La vid, en el lenguaje bíblico, es símbolo de abundancia, de fecundidad, de ri– queza. En varios lugares del Antiguo Testamento, Israel es como una viña de Dios. Jesús es vid de Dios, que el Pa– dre ha plantado en este mundo para dar frutos de gracia y de vida eterna. Pero Jesús desea que sus discípulos no sólo compren– dan la abundancia de vida sobrenatural que hay en Él, sino la necesidad que ellos tienen de vivir con Él unidos. Por eso les añade: «Permaneced en Mí y Yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar de sí mismo fruto si no permaneciere en la vid, tampoco vosotros, si no perma– necéis en Mí. Yo soy la vid. Vosotros sois los sarmientos. El que permanece en Mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin Mí no podéis hacer nada». Reflexiones Esta alegoría de la vid con la que Jesús traza unas hermosas líneas de su autorretrato, se halla pletórica de ideas relacionadas con nuestra vida espiritual. En ella está expresada la unión íntima que todos los fieles cris– tianos deben tener con Cristo para que haya en ellas vida sobrenatural y puedan dar frutos de vida eterna. Aquí podemos ver el compendio y el fundamento de la doc– trina del Cuerpo místico enseñada por San Pablo y que ahora en nuestros tiempos se tiende a propagar y expli– car en el pueblo cristiano, sobre todo después que Pío XII publicó una Encíclica sobre este asunto titulada Mystici corporis. Jesús es la vid. Nosotros los sarmientos. No hay duda que toda la vida que hay en los sarmientos proviene de la vid, la cepa o el tronco al cual los sarmientos, deben
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