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AUTORRETRATO DE CRISTO 53 Muerto Lázaro, Jesús se acerca a Betania. Marta sale a su encuentro deshecha en dolor y le dice en tono de amorosa reconvención: «Si hubieras estado aquí, no hu– biera muerto mi hermano». Tal era la confianza que Mar– ta tenía en Jesús. Estaba plenamente persuadida de que hallándose Jesús presente, su hermano, en vez de morir, hubiera sanado. Su fe en Jesús era tan grande que estaba cierta de que Jesús obtendría de Dios cuanto le pidiese. Con esto no le pedía directamente que resucitase a su hermano, aunque podemos suponer que cierta idea o es– peranza de ello flotaba en su mente. Mas Jesús se lo afir– ma diciendo: «Resucitará tu hermano». Marta, aunque tenía cierta esperanza de que Lázaro resucitara en breve, dada la ambigüedad con que Jesús hablaba, creyó que el Maestro aludía a la resurrección universal, en la que ya creían los buenos judíos. Entonces Jesús le hace esta notable afirmación: Yo soy la resu– rrección y la vida; el que ere en Mí, aunque muera vi– virá; y todo el que vive y cree en Mí, no morirá para siempre. Reflexiones Ningún otro enviado de Dios desde Moisés hasta Juan el Bautista se ha atrevido a hacer las afirmaciones que hace Jesús de Sí mismo. Él habla al estilo divino, tan sólo propio de Yavé, y, por tanto, en sus palabras revela su conciencia de Hijo de Dios. Al decir Jesús que es la resurrección y la vida manifiesta que Él es el principio de toda resurrección y de toda vida que puede haber en el mundo. San Juan, en el prólogo de su Evangelio, con toda cla– ridad nos viene a decir que Jesús es fuente de vida, por– que Él es quien la comunica a todos los seres vivientes. Nadie vive sino por ÉL He aquí sus palabras: «Todas las cosas existen en Él, y sin Él nada empezó de cuanto existe. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hom– bres» (Jn. 1, 2). Marta hace un acto de fe en la resurrección universal

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