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48 Ci\XDIDO DE nf;AYO, O. F. l\!., C\P. en Jesús. No entran por la puerta, no son más que sal– teadores. De las afirmaciones de Jesús se deduce que Él es ante todo la puerta de los pastores, es decir, de los conducto– res de almas, de todos los apóstoles. No puede haber di– rección adecuada en la vida espiritual si no está inspirada y animada por ÉL Todo apóstol, para conducir a las almas por la senda del cielo, necesita entrar y salir por Jesús. Es decir, ha de ser enviado por Jesús, ha de trabajar por Jesús, ha de buscar ante todo a Jesús. Sin Jesús todos sus afanes son estériles. Podrá moverse, agitarse, pronunciar bellos discursos, pero toda su actividad no será más que de músculos y nervios. Será campana que tañe, mas su voz queda perdida en el viento, hasta puede ser que se convierta en ladrón, y como tal, en vez de conducir las almas por el camino de la virtud, no hará más que apar– tarlas de Dios, con sus malos ejemplos. El ladrón no hace más que causar daño. Jesús, en cambio, da la vida por sus ovejas. Todo pastor de almas que obra por Jesús, con Jesús ofrenda su vida por ellas. Todo apóstol, en sus ac– tividades, debe repetir en el fondo de su alma esta frase de Jesús en la que pone de manifiesto su divina misión: «Yo he venido para que tenga vida y vida abundante». Jesús es igualmente la puerta de las ovejas. Sólo por Jesús podemos entrar todos los hombres en el lugar de la luz y del descanso eterno. Esto es lo que quiere indicar el mismo Jesús al repetir: Y o soy la puerta. Luego indica la felicidad de que disfrutará todo aquel que se acerca a Él y por Él llega a Dios: «El que por Mí entrare se salvará, entrará y saldrá y hallará pasto». Entrar por Cristo es lo mismo que creer en Él. La fe en Cristo es la base de nuestra santidad, el principio de nuestra vida cristiana. Esto supone una entrada y una salida. La entrada es una plena adhesión a Cristo. La sa– lida es la renuncia al mundo y a nosotros mismos para que sólo Cristo reine en nosotros. La fe en Cristo enciende en nosotros el fuego de la divina caridad que nos une a Dios, en cuya unión los deseos de nuestro corazón que– dan saciados. «El que por Mí entrare se salvará», es de-
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