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46 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O, F. M., CAP. De igual modo hace Jesús resaltar en este suavísimo perfil de su autorretrato la unión íntima que se realiza entre Él y el que «come su carne y bebe su sangre». No se trata tan solamente de una unión de afectos y aspiracio– nes, sino de una unión física, aun podemos decir de 1a mezcla de dos vidas, de la participación de la vida de Cristo. Es una unión semejante a la que hay entre el Padre y el Hijo, pues Jesús así lo expresa: «Así como me envió mi Padre vivo y Yo vivo por el Padre, así también el que me "come vivirá por Mí». Es verdad que esto es tan sólo una semejanza, pero nos indica lo sublime de esta unión de Cristo con nosotros que se lleva a cabo en la comu– nión eucarística. No es que nuestra vida humana desaparezca, sino que está realzada, vivificada, divinizada por la presencia física de Jesús. Es entonces cuando viene a ser una bella y su– blime realidad en 'el que comulga la frase de San Pablo: « Vivo yo, mas no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en mí». Es decir, me encuentro unido, abrazado al mismo centro que es Cristo. « Vivo por ÉJ, vivo de su misma vida». JESUS, PUERTA DE SALVACION Texto evangélico Yo soy la puerta de las ovejas (Jn. 10, 7). Ambientación del texto Según costumbre oriental, al atardecer se guardaban las ovejas en el aprisco, donde pasaban la noche. El apris– co era un recinto espacioso, situado en medio del campo, rodeado de elevada cerca de piedra terminada con un seto de abrojos. Tenía una puerta por donde entraba el ganado, y al lado había una torre o cabaña puesta en alto, para vigilar desde ella las ovejas y sobre el campo para ver si merodeaba algún ladrón o salteador. En cada
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