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C\NDIDO DE \'IÑAYO, O, F, M,, CAP. vivirá para siempre, y el pan que Y o le daré es mi misma carne, vida del mundo. Los judíos entienden estas palabras en su realidad. Mas les parece imposible que Jesús les dé a comer su carne. Jesús insiste en su afirmación, diciendo: «En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene la vida eterna y Yo le resucitaré en el último día. Porque mi car– ne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mí carne y bebe mi sangre está en Mí y Yo en él. Así como me envió mi Padre vivo y yo vivo por el Padre, así también el que me come, vivirá por Mí». Reflexiones Las palabras de Jesús son claras y terminantes. Él es el pan o el alimento del alma que hay que recibir para tener vida. Ya no hay metáforas. Las palabras de ahora hay que tomarlas en su propio sentido. Jesús hace una magnífica promesa a los hombres: darse a ellos en co– mida y bebida. « El pan que Yo daré es mi misma carne, .. Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida». Sus oyentes entienden perfectamente las palabras de Jesús. Pero en su mayoría se escandalizan de sus afir– maciones y empiezan a murmurar diciendo que aquello es algo extravagante, duro para creerlo. El escándalo llega a tanto que muchos de ellos, que entusiasmados le se– guían y quisieron hacerle rey, rompen con Él y le vuelven la espalda. Jesús se da cuenta de esta crisis que con sus afirma– ciones se origina en su apostolado; mas Él continúa in– sistiendo en lo dicho y hasta tiene una amenaza para los que no quieran alimentarse de Él. Estarán muertos; muer– tos para Dios, muertos para el cielo: «En verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del hombre y bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros». Pero aquellos hombres tenían entenebrecida la mente

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