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AUTORRETRATO DE CRISTO 41 aquel pan misterioso. Entonces Jesús se les declara abier– tamente, manifestándoles que ese pan bajado del cielo es precisamente ÉL Él es el pan de Dios, que tiene fuer– za de Dios y por eso puede dar la vida. Les dice con toda claridad: Y o soy el pan de vida. Tras estas palabras, afirma solemnemente que Él pue– de saciar a todos los hombres con la vida divina que está dispuesto a comunicarles. «El que viene a Mí-añade-ya no tendrá más hambre, y el que cree en Mí, no tendrá sed». Y sigue el diálogo en el que Jesús descubre lo que es para los hombres, e insistiendo en su idea, les repite: Y o soy el pan de vida. Reflexiones Jesús, Verbo eterno de Dios, es el Pan del cielo. El cielo es la morada de Dios. En esta mansión bienaven– turada, los ángeles, contemplando la divina esencia, eran por el Verbo alimentados, pues el alimento de los espí– ritus celestiales es la visión de Dios. Mas un día el Padre determinó enviar a su Hijo al mundo. El Verbo se en– carnó en el seno de una Virgen nazarena; se hizo hom– bre para ser alimento también de los hombres, el ver– dadero Pan de Dios, maná de las almas. Con esto se rea– lizó un milagro estupendo: el que era pan de los ángeles fue asimismo pan de los hombres. Este es el pan de vida bajado del cielo para dar la vida al mundo, es decir, para hacer a los hombres partícipes de la misma vida de Dios. Para que este pan del cielo nos vivifique necesitamos acercarnos a ÉL Lo dice el mismo Jesús: « El que viene a Mí no tendrá hambre». Y este acercamiento a Cristo se realiza por la fe. Esta fe es entrega a su palabra, a su Persona, a su obra. Es preciso llegarse a Él con humildad, con confianza, sobre todo con amor. No basta conocerle ni siquiera gozar de su presencia física. Muchos le conocieron durante su vida mortal; le trataron y hablaron con Él y no recibieron el alimento espiritual que es efecto de su divino contacto. Lo que Je– sús pide ante todo es que se tenga con Él una comunión

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