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38 C,\NDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP, la luz del mundo; el que me sigue 110 anda en tinie– blas, sino que tendrá la luz de la vida. Reflexiones No hay duda que, al decir Jesús que era la luz del mundo, se declaraba Mesías. Más todavía: afirmaba que era Hijo de Dios. Luz del mundo, según los Profetas, era el que había de venir a sakar al pueblo de Israel, es de– cir, era el Mesías. Como una gran luz lo contempló Isaías eh su v1s10n profética, y así dice terminantemente: «El pueblo, que an daba en tinieblas, vio una luz grande; sobre los que ha– bitaban en tierra de sombras de muerte resplandeció una brillante luz» (9, 1-2). Y en otro lugar añade las siguientes palabras que pone en boca de Yavé, que habla a su sier– vo, el Libertador de Israel: « Yo te hago luz de las gen– tes para llevar mi salvación hasta los confines de la tie– rra» (49,6). También volviendo su miraba a la Jerusalén de los tiempos mesiánicos, exclama: «Levántate y resplan– dece, que ya se alza tu luz y la gloria de Yavé alborea para ti, mientras está cubierta de sombras la tierra y los pue– blos yacen en tinieblas. Sobre ti viene la aurora de Yavé y en ti se manifiesta su gloria. Las gentes andarán en tu luz y los reyes a la claridad de tu aurora» (60, 1-3). De igual manera Malaquías, el último de los Profetas, considera la venida del Mesías al mundo como sol es– pléndido, y así dice hablando del día de Yavé: «Mas para vosotros, que tenéis mi nombre, se alzará un sol de justicia que traerá en sus alas la salud» (4,2). Este concepto de luz aplicado al Mesías parece que flotaba en el ambiente popular judío a la venida de Cris– to. Zacarías, el padre del Bautista, canta en el nacimien– to de su hijo la visita de la luz que viene de la altura para iluminar a los que yacen en las tinieblas y sombra de muerte. El anciano Simeón bendice al Señor en el Templo después de tomar en sus brazos al Niño Jesús, porque sus ojos han ,isto la salvación, la luz para ilu– minación y gloria del pueblo de Israel. San Mateo, al na-