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34 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. JESUS VINO A SALVAR Texto evangélico El Hijo del hombre no ha venido a perder las almas, sino a salvarlas (Le. 9, 56). Ambientación del texto Caminaba Jesús hacia Jerusalén para asistir a una fiesta solemne en la Ciudad Santa. Para ello se propuso cruzar la. Samaria. Le acompañaban sus discípulos, y al cerrar la noche necesitaban albergue. El Maestro envió delante a algunos discípulos para que prepararan el hos– pedaje a Él y a sus acompañantes. Pero los samaritanos eran abiertamente hostiles a los judíos y a los galileos. De ningún modo se avenían con ellos, y menos sabiendo que iban a Jerusalén por motivos religiosos. No es extra– ño que negaran el hospedaje solicitado. Los discípulos de Jesús se indignaron ante aquella mala voluntad de los samaritanos, y dos de ellos, Santiago y Juan, los hijos del trueno, en el colmo de su ira, querían nada menos que pedir al cielo fuego para vengarse de aquellos hombres tan poco hospitalarios con el Maestro. Por eso, al volver a juntarse de nuevo con Jesús, dan– do rienda suelta a su cólera, le dijeron: «Señor, ¿quie– res que digamos que baje fuego del cielo y los consu– ma?» Mas Jesús, al momento, atajó aquellos ímpetus de celo, faltos de discreción y, sobre todo, de la mansedum– bre por Él predicada y practicada. En su amable repren– sión le dijo: El Hijo del hombre no ha venido a perder las almas, sino a salvarlas. Y sin más prosiguieron el ca– mino y marcharon a otra aldea. Esta frase de J esus no está en la lengua original, sino en la Vulgata. Pero viene a coincidir con otra del mismo evangelista San Lucas, la que pronunció Jesús en casa de Zaqueo: «El Hijo del hombre ha venido a buscar y

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