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32 CÁNDIDO DE VIÑWO, O. F. M., CAP. Hijo Unigénito para que ni perezca ninguno de los que crean en Él, sino que todos tengan la vida eterna» (Jn. 3, 16). Esta misión que Jesús traía al mundo la da a enten– der con toda claridad en Cafarnaúm. Él afirma que ha bajado del cielo para hacer la voluntad del que le en.-ió al mundo; es decir, la voluntad del Padre, que desea sal– var a todos los hombres. El mensaje de Jesús es un mensaje de salvación. Je– sús es la manifestación más clara del amor infinito que Dios ha tenido a los hombres. Entregándoles a su divino Hijo ya no puede hacer más por ellos. Pero el mensaje de salvación que Jesús traía al mun– do exige de los hombres correspondencia. No basta que Jesús venga al mundo y que viva entre los hombres. Para que ellos se hagan dignos de la salvación que Él viene a ofrecerles no es suficiente verle y tratarle. Es preciso creer en Él y aceptar esta fe con todas sus consecuencias. Este es el deseo expreso de Dios. Al enviar a su Hijo al mun do exige de los hombres su adhesión a El. Esto es lo que Jesús manifiesa con toda claridad, diciendo: «Esta es la voluntad de mi Padre, que todo el que ve al Hijo y cree en El, tenga la vida eterna, y Yo lo resucitaré en el últi– mo día». Es evidente: la misión que Jesús trajo al mundo es dar la vida eterna a los hombres, es decir, salvarlos. Y para dar cumplimiento a esta misión salvadora pone de su par– te todo cuanto es necesario para cumplir con su oficio de salvador del mundo. Hace en todas las cosas la vo– luntad del Padre que le envió. Esta voluntad, según afirmó El en otra ocas1on, era su «manjar», es decir, su constante ideal, su aspiración ininterrumpida, el alimento de su alma y de su corazón. Bajó del cielo, esto es, se encarnó en el seno de una hu– milde Virgen, se hizo hombre y habitó entre los hombres sujeto a todas las debilidades humanas, a excepción del pecado, «para hacer la voluntad de Aquel que le envió». Más para que Jesús nos salve necesitamos también

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