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AUTORRETRATO DE CRISTO 31 aquella gente, al darse cuenta de su regreso, le buscaba, aunque con fines egoístas : porque les había dado de co– mer. Pero aun después del milagro aquellos hombres no tenían fe en el Enviado de Dios. Se atreven a decir que no puede igualarse con Moisés, que dio a sus padres a comer pan del cielo. Mas Jesús les replica que «el pan de Dios es el que bajó del cielo y da la vida al mundo». Este pan es Él, que puede saciar a todos los hombres. Aunque ellos le están viendo y no creen en Él, Él viene del cielo para salvar al mundo. Luego de una manera clara, les da la razón de su ve– nida a la tierra y la misión que debe cumplir. Así, les dice: He bajado del cielo no para hacer mi volunad, sino la voluntad de Aquel que me envió. Salta a la vista por estas palabras que Jesús es el Enviado de Dios. Él trae al mundo un divino mensaje. Viene a dar a los hombres la vida eterna. Esta es preci– samente la voluntad del Padre que le envía, según !o declara el mismo Jesús, diciendo a continuación: «Esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que ve al Hijo y cree en Él, tenga la vida eterna, y Yo le resucitaré el último día». Reflexiones Jesús, Verbo de Dios, desde la eternidad era una cosa con el Padre. Era Dios verdadero. Mas un día el Padre determinó enviar a su Hijo eterno al mundo para que salvara a todos los hombres. Dios veía a los hombres envueltos en la negra noche de sus pecados, incapaces de conquistar por sí mismos el reino de los cielos. Pero a pesar de todo, Dios los amaba porque veía en ellos un reflejo de su divina hermosura, y se propuso poner remedio a su desgracia. San Juan pone de manifiesto el amor que Dios tenía a los hombres y lo que hizo por salvarlos, con estas pa– labras: «Amó Dios tanto al mundo, que le entregó a su

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