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24 CÍ,KD!DO DE YL\iAYO, O. F. M., CA!'. miembros, hacia quien todo gravita para descansar en Dios, en Él y mediante Él» (Scheeben). Todo esto ha de avivar nuestra fe en Cristo Jesús v en El p01ier todos nuestros anhelos, amores y esperanzas. Como Dios es nuestro Principio y nuestro fin. Como hom– bre es el centro del uniwrso, el primogénito de toda la creación, la cabeza del cuerpo de la Iglesia, la primacía de todas las cosas. Por Él se humaniza la divinidad para que nosotros, por sus atractivos visibles, nos remontemos a las cosas invisibles. Por Él debemos ir al Padre y hacer– nos sus hijos adoptivos. De este modo es como podemos tomar parte en la casa y familia de Dios. JESUS, CONSUBSTANCIAL CON EL PADRE Texto evangélico Yo y el Padre somos una sola cosa (Jn. 10, 30). Ambientación del texto Era un día de invierno, desapacible. Jesús paseaba en el Templo, bajo el pórtico de Salomón, resguardado de los fríos vientos; y allí enseñaba al pueblo. El Templo era visitado por multitud de devotos israelitas, pues se celebraba la fiesta solemne de la dedicación introducida por Judas Macabeo para conmemorar la purificación del Templo del Señor. Esta fiesta duraba ocho días. Mientras continuaba Jesús su paseo, se le acerca un grupo de judíos, escribas y fariseos. Al parecer estaban llenos de inquietud ante el sesgo que iban tomando las cosas. Jesús tenía en conmoción al pueblo con los mila– gros que obraba y con la admirable doctrina que predi– caba. Se corría enre la multitud la voz de que podría ser el Cristo, o sea, el Mesías esperado por el pueblo de Dios. Por eso aquellos hombres se dirigen a Él, diciéndole que acabe de una vez y les diga abiertamente si es en verdad el Cristo. Mas, según se desprende de la narra-

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