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AUTORRETRATO DE CRISTO 163 está siempre con nosotros, y estemos donde estemos, en cualquier momento podemos gozar de su compañía. Jesús· está con nosotros no tan sólo como un recuerdo querido, sino con su ayuda, con su protección, con su gracia que nos hace miembros de su Cuerpo místico. Está con su acción vital en toda la Iglesia. Él es la vid que transmite su divina savia a todos los que se conservan a Él adheri– dos como los sarmientos a la cepa. Está ejerciendo su influencia salvífica y santificadora. Su vida se actualiza y se hace presente por la predicación del Evangelio y por la administración de los Santos Sacramentos. Él, por me– dio de sus ministros, reparte el pan de su divina palabra y comunica a las almas la vida sobrenatural que las hace dignas de Dios. Esta frase, «Yo estaré con vosotros», se usa numero– sas veces en el Antiguo Testamento. Con ella el Señor pro– mete a algunos de sus siervos su asistencia, su auxilio ex– traordinario y eficaz para que se lleve a cabo con éxito alguna empresa importante. Puesta en boca de Jesús, es todavía más expresiva. Jesús quiere indicar con ella la acción vital que ha de ejercer en su Iglesia hasta el fin del mundo. Jesús cumple su promesa de una manera más real y consoladora en el Sacramento de la Eucaristía, donde se halla con su cuerpo, alma y divinic!ad. Por la Eucaristía la presencia de Jesús con nosotros es física, corporal. Él permanece encerrado en su prisión de amor, que es el Sagrario. Es nuestro confidente, el amigo, el compañero de nuestro destierro. Jesús no se contenta con vivir a nuestro lado encerra– do en el Sagrario, su prisión de amor. Se ha quedado en la Eucaristía para que tengamos con Él una unión más íntima y estrecha. Quiere introducirse en nuestro mismo corazón. Por medio de la comunión la presencia física de Jesús en nosotros es una realidad consoladora. Nues– tro corazón se convierte entonces en sagrario viviente. Jesucristo está en nosotros en esos momentos preciosos. Nosotros gozamos de su divino abrazo. Él vive en nos-

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