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160 CÁNDIDO DB VIÑAYO, O. F. M., CAP. sús por nosotros viviendo en el cielo. :Él continúa allí apli– cándonos la obra de su Redención. Intercede por nosotros. Nos ayuda con su gracia, nos envía su Espíritu, trabaja de una manera eficaz en nuestra salvación y santificación que es lo que nos hace dignos del cielo. Una vez que Jesús sube al cielo, da comienzo a su obra santificadora. De una manera misteriosa y callada, pero eficaz, va influyendo en los miembros de su Cuerpo místico. :Él es la ,id cuya savia riega a todos los sarmien– tos, con lo que crecen y se desarrollan hasta producir fru– tos de vida eterna. Jesús nos prepara un lugar. La obra de Jesús requiere nuestra cooperación. Por tanto, a nosotros nos toca con– quistar ese lugar que Jesús reserva en las moradas del Padre celestial. Y este lugar se conquista permaneciendo en unión con f:l, viviendo bajo la influencia de su divina gracia. Jesús está en el cielo mirándonos y prestándonos su eficaz ayuda para que nosotros logremos nuestra eterna felicidad. Pero su ausencia no será perpetua. f:l vendrá de nuevo al mundo a recoger a los suyos y llevarlos con– sigo al cielo. Jesús nos ama con amor inmenso y este amor pide presencia no sólo de pensamiento, de afecto y ayuda, sino real y física. Es verdad que se halla ya de este modo con nosotros en la Eucaristía; pero en ella está escondido a nuestras miradas y así no podemos gozar de su compañía como f:l lo desea. Por eso, al despedirse de los suyos les dice: Cuando Yo me haya ido y os haya preparado el lugar, de nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde Yo estoy estéis también vosotros. Jesús vendrá de nuevo al mundo al fin de los tiempos. Entonces será la hora de su triunfo y de su gloria. En torno suyo reunirá a todos los elegidos y los llevará a su reino eterno para que juntamente con f:l gocen de la visión de Dios. Pero para cada uno de nosotros Jesús viene a nuestro encuentro en el momento de la muerte. Entonces, si nos halla dignos de Sí, nos lleYará también consigo para vivir con f:l en el cielo.