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AUTORRETRATO DE CRISTO 155 sino presentarlos a Él «como una virgen casta» (2 Co– rintios 11, 2). El oficio de Jesucristo como esposo de las almas viene a ser el fundamento de toda la mística cristiana. En ver– dad que es algo sobre manera consolador el poder unir– nos a Cristo de forma que nuestra alma encuentre en Él todas las ternuras, todas las amabilidades, todas las ex– quisiteces del más enamorado de los esposos. Él tan sólo nos pide que le presentemos nuestra alma «como una virgen casta» y pongamos todas nuestras de– licias en vivir entregados a su amor. Esta unión con Cris– to, divino Esposo, nos irá disponiendo para participar de sus bodas eternas. Así mereceremos la felicidad anunciada por San Juan en su Apocalipsis: «Bienaventurados los invitados a las bodas del Cordero» (Ap. 19, 9). LA ATRACCION DE JESUS Texto evangélico Cu.ando Y o sea levantado en alto sobre la tierra, atrae– ré a Mí a todos los hombres (Jn. 12, 32). Ambientación del texto Jesús había entrado triunfalmente en Jerusalén. El pueblo estaba conmovido, entusiasmado, con su presen– cia. Sus enemigos, roídos de envidia, se lamentaban de. las aclamaciones de que Jesús era objeto. No podían sopor– tar los agasajos que le hacían. Por eso exclamaban con pena: «No adelantamos nada. Todo el mundo se va tras Él» (Jn. 12, 19). Hasta unos gentiles que se hallaban allí por razóTh de la fiesta, mostraron deseos de contemplar de cerca al héroe de aquella jornada popular, diciendo: «Queremos ver a Jesús» (Jn. 12, 21). Jesús, en medio de su triunfo, tendía su mirada a la lejanía de los mundos y los siglos en que había de ser ensalzado por gentes de toda raza y condición que habían

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