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146 C.\NDIDO DE VIÑAYO, O. F. 11., CAP. El cristiano puede hallar una fuente de consuelo le– vantando el corazón al cielo, donde está Cristo a la dies– tra del Padre, haciendo de Mediador y Abogado nuestro. La oración brotará entonces espontáneamente del alma y volverá a ella de nuevo convertida en lluvia de gracias. JESUS, AMIGO Texto evangélico Y a no os llamaré siervos porque el siervo no sabe lo que piensa hacer su señor; os llamaré amigos, porque todo cuanto me ha comunicado el Padre os lo he dado a cono– cer (Jn. 15, 15). Ambientación del texto En verdad que sería una delicia tratar a Jesús en la intimidad. Juan y Andrés hablaron con Él una tarde a orillas del Jordán y quedaron prendados de su amable conversación. Los Apóstoles sintieron los atractivos de su divina Persona y lo dejaron todo por seguirle. Ellos ex– perimentaban hacia Él un cariño inmenso, aunque tam– bién le hacían objeto de su respeto y veneración. Por eso solían llamarle Maestro y Señor. Jesús, aunque aprobaba esos títulos, que realmente le correspondían, gustaba de tratar con ellos corno un amigo querido que sabe volcar su corazón en los que distingue con su amistad. Más de una vez en el Evangelio vemos a Jesús pre– sentarse como amigo. Hablando con sus discípulos en cierta ocasión, les decía: «A vosotros, amigos míos, os digo... (Le. 12, 4). Al discípulo traidor, cuando llegó a perpetrar su crimen, le dirige esta cariñosa frase: «Ami– go, ¿a qué has venido?» (Mt. 26, 50). Pero donde pone de relieve con más claridad su amis– tad con los Apóstoles es en el Cenáculo. Allí les descu– bre los secretos más íntimos de su corazón. Les habla con toda confianza, como el más fiel de los amigos. Por eso,

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