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AUTORRIIJ'Rf\TO DE CRISTO 145 Después de la consagración ora por los difuntos. Todo esto lo hace en nombre de Jesucristo. Sólo al llegar la comunión se dirige al mismo Jesu– cristo, con el que se va a unir íntimamente, recibiendo su cuerpo y su sangre. Después de la plegaria al Padre viene el abrazo al Hijo. Entonces el celebrante se une íntima– mente con Aquel que es su vida, el centro de sus amores y afectos. En este momento el sacerdote se transforma en Cristo, con lo que se hace objeto de las complacencias del Padre celestial. La oración hecha en nombre de Jesucristo, además de ser de suyo eficaz, inunda el alma de espiritual gozo. Esto lo indica el mismo Jesús al decir: Pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido. He aquí los efectos de la oración que se hace por Cristo y en Cristo : llena de gracia, de fortaleza y de con– suelo. Es una gran dicha sentirse unidos a Cristo, que se halla a la diestra del Padre. Por esta unión con Cristo se vive en cierto modo ya en el cielo y se goza anticipa– damente en sus alegrías. Los apóstoles, a pesar de la ausencia de Jesús, habían de sentirse inundados de alegría. Ausente el Maestro, la alegría en ellos había de perfeccionarse. Había de ser una alegría totalmente espiritual que se desbordaría sobre su alma. No es extraño que después de subir Jesús al cielo se sintieran inundados de gozo aun en medio de las tribula– ciones más violentas. San Lucas hace resaltar esta alegría cuando nos cuenta en los Hechos cómo después de pre– sentarse ante el Sanhedrín fueron azotados y después los despidieron, prohibiéndoles hablar en nombre de Jesús. Pero «ellos se fueron contentos de la presencia del Con– sejo, porque habían sido dignos de padecer ultrajes por el nombre de Jesús» (Hech. 5, 41). También nuestra vida cristiana puede ser fortalecida y consolada si sabemos unirnos a Cristo y con Él unidos oramos al Padre. Jesucristo es el mismo para todos los hombres que conservan en Él su fe y que se entregan incondicionalmente a su amor. AUTORRETRATO DE CRISTO 10