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144 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. bres. Por tanto, la oración debe dirigirse al Padre en su nombre. Reflexiones Es algo verdaderamente consolador este perfil del autorretrato de Jesús. Él empeña su palabra de que el Padre concederá todo cuanto se pide en su nombre. Con esto nos revela su poder ante el Padre. Él está en el cielo a la diestra del Padre siendo nuestro abogado. Y el Padre no puede menos de aceptar toda plegaria que pasa por el corazón y los labios de su amado Hijo. Jesús quiere que oremos al Padre en su nombre. Pe– dir al Padre en nombre de Jesús es lo mismo que hacer– lo apoyados en sus mérios infinitos, que pueden mover al Padre a mirarnos con ojos de misericordia. Jesús nos mereció la gracia con su Pasión y Muerte, y esta gracia se derrama abundantemente sobre todos aquellos que po– nen en Él toda su confianza cuando hacen oración. Pedir al Padre en nombre de Jesús; es más toda,:ía: hacerlo unidos a Él por la fe y sobre todo por el amor. Es orar por El, con El y en El, porque según dice el Canon de la Misa, tan sólo por El, con El y en El recibe el Padre todo honor y toda gloria. ¡ Cómo ha aprendido la Santa iglesia esta lección de Jesús! Ordinariamente la oración litúrgica se dirige al Padre, para terminar con esta frase: «Por Jesucristo nues– tro Señor». Todo nos ha de venir por Cristo y por Cristo hemos de acudir a Dios. Muy significativa es la plegaria con que comienza el Canon de la Misa. El sacerdote, levantando los ojos y las manos, en íntima comunicación con Dios, dice: «Te su– plicamos y te pedimos, ¡ oh Padre clementísimo !, por Je– sucristo tu Hijo, Señor nuestro, que aceptes y bendigas estos dones, estas ofrendas, estos sacrificios sin mancilla». Y continúa la oración al Padre, en la cual el sacerdote pide por toda la Iglesia, por todos los fieles cristianos, por todos los que de alguna manera están unidos con él y en especial por aquellos por los cuales aplica la misa.

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