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AUTORRETR!.TO DE CRISTO 141 Reflexiones Primeramente Jesús nos manifiesta aquí el amor que siempre a Él le había tenido el Padre. Ya en otras ocasio– nes había hecho esta declaración. Él dijo cierto día a los judíos: «El Padn~ ama al Hijo» (Jn. 5, 20). Mas ahora lo recuerda a sus Apóstoles con más claridad para que lo sepan y lo entiendan, a fin de darles a conocer la gran– deza del amor que Él abriga en su corazón para con los suyos. El Padre ama a Jesús. Jesús es el Hijo engendrado en su seno desde la eternidad y en Él ha tenido puestas siempre sus complacencias. San Pablo, hablando de que el Padre nos libró del poder de las tinieblas, se complace en llamar a Jesús el Hijo de su amor, a cuyo reino nos trasladó (Col. 1, 13). El Padre siguió amando a Jesús des– pués de su encarnación, derramando sobre su Humani– dad sacrosanta toda suerte de gracias y dones. Su unión inefable con el Verbo la hizo objeto del amor inmenso del Padre. El amor que Jesús ha tenido a los suyos es en al– guna manera semejante. Esto es lo que quiere hacerles comprender a los Apóstoles. Por eso les dice: Como el Padre me amó, Yo también os he amado. Esto indica la tuerza, la intensidad, la exquisitez del amor de Jesús a los suyos. Jesús ama como jamás nadie de los mortales puede amar. Su amor es sólo comparable con el amor que el Padre le tiene a ÉL Naturalmente que este amor de Jesús a sus discípu– los pide correspondencia. El amor sólo con amor se paga. Se comprende que Jesús añada a lo dicho: Permaneced en mi amor. El amor a Jesús es lo que ha de invadir el corazón de sus discípulos, así como el corazón de todos los que crean en ÉL En este amor han de permanecer siempre, porque es la fuente de su vida espiritual. Cristo se irá de este mundo, pero el amor a sus discípulos, durante su ausencia se mantendrá siempre vivo en su divino Cora– zón. Este amor los ha de sostener y animar en todas las luchas y penas. Del mismo modo el amor de ellos a Cris-

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