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AUTORRETRATO DE CRISTO 139 gano se rindió a la fe. El cristianismo, como fermento de vida, se exendió por toda la tien-a. Jesucristo ha vencido al mundo. Él es el divino triun– fador, que ha hecho tributarios suyos todos los siglos. Pero lo más consolador para nosotros es que su victoria es también nuestra. Nosotros, unidos a Él, participamos de su misma virtud. Él nos entrega sus armas para que luchemos con ellas y así salgamos triunfantes de todos nuestros enemigos. Cuando se pelea en unión con Cristo, sostenidos por su gracia, la victoria es segura. Cristo triunfa en nosotros y nosotros triunfamos por Cristo y en Cristo. Con nuestro apoyo en el triunfo de Cristo no hemos de temer al mundo con todas sus asechanzas. Es verdad que nos puede hacer la guerra y acaso en el fragor de la batalla lleguemos a sucumbir; pero si nos apoyamos en Cristo y ponemos en Él nuestra confianza plena, el triun– fo será nuestro, o más bien Jesucristo triunfará en nos– otros. Esta es nuestra esperanza: vendrá un día en que se acabará el mal que ahora nos agobia por parte del mun– do, y todos los obradores de la maldad serán derrotados de una manera definitiva. Entonces la victoria de Cristo y sus seguidores será completa y eterna. Llegará la hora en que tendrá cumplimiento lo que dice San Juan en su Apocalipsis: «Oí una voz en el cielo que decía: Ahora llega la salvación, el poder, el reino de Dios y la autori– dad de Cristo, porque fue precipitado el acusador de nues– tros hermanos ... Pero ellos han vencido por la sangr~ del Cordero» (Apoc. 12, 10-11). Esperemos este día con nuestra mirada fija en nues– tro libertador, Cristo Jesús, mientras escuchamos de sus labios estas palabras que nos revelan cuanto Él es para nosotros y cuanto por nosotros hizo para que seamos partícipes de su victoria eterna: «En el mundo habéis de encontrar tribulación; pero tened confianza. Y o he ven– cido al mundo>.
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