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134 CÁNDIDO D8 VIÑAYO, O. F. l\!., CAP. LA FE EN JESUS Texto evangélico Porque me has visto, has creído; dichosos los que sin ver creyeron (Jn. 20, 29). Ambientación del texto Habían pasado ocho días después de la resurrección del Señor. Los discípulos, que habían sido testigos de su aparición en el Cenáculo, rebosaban de gozo y conserva– ban su alma abierta a la esperanza. Pero Tomás era víc– tima de honda tristeza, de decepción, de pesimismo. No había querido creer a sus compañeros que le decían y reafirmaban haber visto al Señor. Él seguía en una incre– dulidad por demás reprobable. Llegó a exigir, para creer, no sólo ver con sus propios ojos al Señor, sino tocarle hasta meter sus dedos en la hendidura de los clavos y su mano en la herida del costado. Transcurridos los ocho días, de nuevo Jesús se pre– senta en el Cenáculo, y después de anunciarles su paz, se vuelve al incrédulo Tomás, y encarándose amablemente con él, le muestra sus manos y su costado con sus rojas cicatrices, diciéndole: «Alarga acá tu dedo y mira mis manos, y tiende tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo, sino fiel». Entonces Tomás, vencido, sub– yugado, por el amor y ternura de Jesús, se rinde ante Él y confiesa su divinidad, diciendo: «Señor mío y Dios mío». Jesús, después de escuchar esta sincera confesión, aun– que tardía, le habla de la fe en su Persona. Es una verda– dera dicha creer en ÉL He aquí las palabras coh las que perfila su autorretrato: Porque me has visto, has creído; dichosos los que sin ver creyeron. Reflexiones La fe en Jesucristo es la base de toda nuestra vida cris– tiana. Creer que Jesucristo es Dios, que se vistió de nues-

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