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AUTORREfRATO DE CRISTO 131 LA PRESENCIA DE JESUS Texto evangélico Soy Yo. No tengáis miedo (Me. 6, 50). Ambientación del texto Navegaban los apóstoles por el lago de Genesaret, rum– bo a Cafarnaúm. El Maestro se había quedado solo en un monte orando. Era de noche. La luz lunar rielaba en la superficie del lago con suaves reflejos. De pronto se alzó un viento fuerte que azotaba la barca y alzaba furiosas olas. Corría _peligro de naufragio. Los apóstoles, al verse en aquel riesgo, se acordaron del Maestro, que los había mandado partir solos. De improviso, hacia las tres o las cuatro de la madru– gada, al iniciarse la aurora, entre tenues luces, vieron una figura humana con túnica blanca que se acercaba a ellos y caminaba a la vera de la barca. El miedo se apoderó de todos y gritaron diciendo: «¡Un fantasma!» Pero he aquí que percibieron una voz conocida, que les decía para ani– marlos: «¡ Animo y confianza! Soy Yo. No tengáis miedo». Era Jesús el que así hablaba. Era Jesús, que llegaba a disipar la tempestad y hacer renacer la tranquilidad en sus corazones. Viene luego el incidente de Pedro, pero haciendo caso omiso de él, veamos a Jesús entrar en la barca. El viento se calma al momento. Los discípulos se quedaron admirados y sobrecogidos de un religioso estu– por. Todos se ponen de rodillas a los pies de Jesús, y en un acto de adoración exclamaron : « Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios». Reflexiones Ciertamente que son 'significativas y consoladoras las palabras que Jesús dirigió a los apóstoles caminando so– bre las aguas del lago de Genesaret. No es extraño que ellos, al oirlas, se sintieran reanimados y fortalecidos.
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