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AUTORRETRATO DE CRISTO 125 JESUS, FUENTE DE AGUA VIVA Texto evangélico Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba (Jn. 7, 37). Ambientación del texto Se celebraba en Jerusalén la fiesta de los Tabernácu– los, que duraba una semana. Por la mañana se organizaba una procesión que iba desfilando hasta la fuente de Siloé. Allí, un sacerdote llenaba de agua un ánfora de oro y de nuevo la procesión regresaba al Templo. Los que tomaban parte en la procesión, llevando en sus manos palmas y ramos de mirto, cantaban devotos salmos al Señor. Al lle– gar la procesión al Templo se daban tres toques de trom– peta agudos y prolongados. El sacerdote se acercaba al altar y lo rociaba con el agua sacada de la fuente de Siloé. El último día de la fiesta, que era el más solemne de todos, al llegar la procesión al Templo, Jesús, puesto en pie, dirigiendo su mirada a la lejanía de los mundos y los siglos, reflejando inefable majestad, respirando amor, ex– clamó en voz alta, diciendo al pueblo allí reunido: «Si alguno tiene sed, venga ·a Mí y beba. El que cree en Mí, según dice la Escriura, ríos de agua viva correrán de su seno». Tras estas misteriosas palabras de Jesús, el Evange– lista San Juan añade diciendo por su propia cuenta que aquello lo decía Jesús rifiriéndose al Espíritu Santo que habían de recibir los que creyeran en r~L Aquella frase de Jesús en voz alta, a la puerta del Templo, con ocasión tan solemne, causó una impresión muy honda en todos sus oyentes. Algunos de ellos decían: «Este es el Profeta». Otros afirmaban: «Este es el Cristo».
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