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124 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. la cruz por amor del Padre y de sus hermanos los hom– bres. Por eso dijo a continuación de las palabras que comentamos: «Tengo que recibir un bautismo, y ¡qué impaciente estoy por sumergirme en él!» (Le. 12, 50). Este bautismo por el cual suspiraba Jesús era el de su sangre que derramaria en la cruz, con lo cual había de llevar a cabo la Redención del mundo, a fin de dar cum– plimiento a su obra mesiánica. Y Jesús esperaba con an– sia el momento en que esta obra pudiera realizarse para que todos los hombres por medio de ella vivieran en ca– ridad y en gracia de Dios. El camino del amor está trazado por Jesús. Es la lu– cha, el dolor, el sacrificio. Sin esto no hay verdadero amor. No habrá más que sentimentalismo de almas febri– les, que en cualquier momento desaparece como una dé– bil llama al soplo del viento. «Amor y dolor fue lo que hirió el Corazón de Jesús al obrar nuestra Redención en la cruz, y desde entonces son éstas las aspiraciones de los santos. Porque aman, quieren padecer, y padeciendo se inflaman cada vez más ardien– temente en las llamas de la divina caridad. Amor y dolor deben ser, en el presente orden de cosas, los dos puntos de apoyo en que estribe el espiritual edificio de la perfec– ción cristiana; las dos alas con que nuestra alma se re– monte hasta el mismo corazón de Dios ; las dos fuerzas poderosas que nos lleven por la vida venciendo todos los obstáculos hasta llegar a la misteriosa cumbre, donde la perfecta unión con Dios es una realidad consoladora. En el amor está la esencia de la santidad. El dolor es la prue– ba, la purificación que nuestra alma necesita para des– prenderse de sus negruras; es el agua cristalina que lava nuestro corazón del barroco terreno que lo ensucia y enne– grece» (Fr. C. de V., Orient. tu vida, IV ed., p. 95, Ed. Paul.) El fuego que Jesús desea prender en los corazones no sólo nos une íntimamente con Dios, sino que engendra la mutua unión entre los hermanos. Sólo cuando Él prenda de verdad en los hombres es cuando habrá paz y armonía en el mundo. Faltando este divino fuego no habrá más que luchas fratricidas, fango, sangre, lágrimas.

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