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AUTORRETRATO DE CRISTO 117 Reflexiones Al primer golpe de vista esta frase de Jesús nos parece desconcertante. Jesús, en cuyo nacimieno anunciaron los ángeles paz a los hombres de buena voluntad; Jesús, man– so y humilde de corazón, que perdonaba a los pecadores, sanaba a los enfermos y que llamaba ,hacia Sí a todos los agobiados y afligidos para prestarles refrigerio; Jesús, todo amabilidad y dulzura, que fue anunciado por un profeta como Príncipe de la paz, declara a sus apóstoles que precisamente Él no ha venido a traer la paz, sino la guerra. ¿ Cómo se explica esto? Mas no hay que alarmarse. La guerra que trae Jesús al mundo es una guerra santa, la cual es imprescindible para hallar la verdadera paz. El viene al mundo para ser «signo o blanco de contradición». Unos le acogerán y otros le despreciarán. Unos creerán en Él y otros se compla– cerán en negarle y contradecirle. Se formarán dos parti– dos. Uno con Criso y otro contra Cristo. Esta división existirá a veces en los de una misma fa– milia. Lo dice Jesús con toda claridad añadiendo a lo dicho estas palabras que -vienen a ser una aclaración de su pensamiento: «He venido a poner discordia entre el hijo y el padre, entre la hija y la madre, entre la nuera y la suegra; de modo que tendrá cada uno por enemigos la gente de su propia casa» (Mt. 10, 36). Esto quiere decir que los que creen en Él y desean vivir conforme a sus enseñanzas, tienen que sufrir mil contradicciones y oponerse a los pareceres y afectos de los propios familiares. Por encima de todos los afectos humanos debe estar el amor a Cristo. Antes que ser deser– tores de las filas de su ejército, hay que romper con todo, aunque nos duela, aunque corree sangre el corazón. Nada ni nadie ha de hacernos falta11 a la fidelidad que le de– bemos. El amor a Cristo es ante todo. No es que excluya otros amores puros y legítimos; pero ha de estar sobre todos ellos. Lo expresa el divino Maestro en estas palabras di– chas a continuación: « El que ama a su padre o a su ma-