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AUTORRETRATO DE CRISTO 111 sanos los que tienen necesidad de médico, sino los enfer– mos. Id y aprended esto : 'Yo quiero la misericordia y no el sacrificio'. Porque, en efecto, no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores. Reflexiones Este rasgo de Jesús es en gran manera consolador. Es un perfil propio, exclusivo, excepcional, del autorretrato del Nazareno, en el que se revela su misericordia para con los pecadores. Los escribas y fariseos presumían de justos y no querían ningún trato con aquellos que, eran tenidos por pecadores según su cer-rado criterio. El trato con estos hombres era para ellos una cosa indigna, un rebajamiento que desdecía grandemente de la santidad que ellos creían poseer, pero de la cual estaban muy le– jos, porque eran víctimas de las más bajas pasiones. Jesús, que era todo santidad e inocencia, se presenta lleno de tierna compasión para con la suprema miseria del hombre, que es el pecado. No huye de las gentes de mal vivir, sino que asiste a un banquete donde se reúnen pecadores y come con ellos. Es que Jesús no se contami– na ni puede contaminarse con el trato con los pecadores. Se acerca a ellos con el único fin de regenerarlos y sal– varlos. Él se manifiesta como médico divino que viene a sa– nar las más profundas heridas que pueden abrirse en las almas, que son los pecados. Con amable delicadeza hace ver a los escribas y fariseos que los pecadores son enfermos del alma, a los cuales no hay que mirar con indiferencia, sino con compasión, con ternura, con cari– dad. El médico debe sentir los dolores de sus enfermos y esforzarse por aliviarlos. Esto es lo que hace Jesús con los pecadores. Pero los escribas y fariseos tenían el corazón endure– cido, cerrado a todas las miserias humanas. Ellos, tan .-ersados en las Sagradas Escrituras, se habían olvidado de las palabras con que el Señor numerosas veces ofrece por sus Profetas el perdón y la gracia. Por eso Jesús hace
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