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110 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. darla con facilidad. Por otro lado, si alguno traspasa la Ley, no tiene más que humillarse, pedir el perdón y así de nuevo recobrará la paz, el descanso de alma. Con esto Jesús parece decirnos: «¡Animo, confianza! Soy -vuestro Maestro. En mi escuela hay amor, compren– sión, descanso y paz para todas las almas». JESUS Y LOS PECADORES Texto evangélico No he venido a llamar a los justos, sino a los peca– dores (Mt. 9, 13). Ambientación del texto Mateo, el publicano, había sido objeto del divino lla– mamiento de Jesús. Se dispuso a dejarlo todo para se– guir al Maestro. Rebosando gratitud y gozo por aquel tan amable llamamiento, organizó un banquete para hon– rar al que había conquistado su corazón. Al banquete, además de Jesús y sus discípulos, fueron invitados los amigos de Mateo, que eran, como él, publi– canos, y por tanto mal mirados por el pueblo. También entre los invitados había otros que eran tenidos por pe– cadores, bien que lo fuesen ante Dios o tal vez porque así eran juzgados por los hombres. Jesús, según parece, debió ocupar el puesto de honor. Excusado es decir que entre los comensales no figuraban los escribas y fariseos. No eran amigos de Mateo, ni tam– poco ellos hubieran acudido, caso de ser invitados. Pero se hallaban en acecho de lo que hacía Jesús, deambulan– do en torno de la casa. Enterados de aquella escena, que– daron escandalizados y no hacían sino murmurar de Je– sús esperando que terminara el banquete para protestar de aquel escándalo. En el momento oportuno se encara– ron con los discípulos, diciéndoles: «¿Por qué vuestro Maestro come con publicanos y pecadores?» Oyó Jesús sus protestas y volviéndose a ellos les dijo: «No son los
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