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AUTORRETRATO DE CRISTO 107 penitencia, la abnegación. Necesitamos la crucifixión de nuestras pasiones, la muerte del hombre del pecado para que por la muerte vayamos a la ,ida. Para el cristiano han de ser siempre una palpitante realidad las palabras de Cristo: «Si alguno quiere venir en pos de Mí, renún– ciese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame» (Le. 9, 23). EN LA ESCUELA DE JESUS Texto evangélico Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas (Mt. ll, 28). Ambientación del texto Si leemos el Evangelio y nos fijamos bien en las pala– bras de Jesús, veremos que usa muy distinto estilo en su ienguaje, según el auditorio que escuchaba sus palabras. Enseñaba a las turbas con dulce y serena majestad de Maestro, de suerte que los que le oían quedaban admira– dos hasta decir: «Nadie hasta ahora ha hablado como este hombre». Cuando se dirigía a los escribas y fariseos, los confundía con su lógica y hasta les lanzaba terribles ana– temas. Cuando hablaba en la intimidad a sus discípulos, su lenguaje era dulce, amoroso, insinuante. No parecía sino que quería volcar su corazón en sus palabras. En estas hablas confidenciales con sus amigos, les declara que es para ellos un Maestro, cuyas lecciones de vida de– ben guardar muy dentro del alma para hallar la paz y la dicha. Un día, lleno de gozo por el éxito de la misión de los 72 discípulos, después de desahogar con el Padre su corazón en fervorosa oración y después de hacer un lla– mamiento amoroso a todos los hombres que se hallan fatigados y llenos de cargas, a fin de prestarles alivio, dice a sus discípulos : Aprended de Mí, que soy manso y hu– milde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas.
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