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104 C!\NDIDO m: \'IÑAYO, o. r. M., C.\P. ofrece. Entonces hemos de dirigir nuestras miradas a Get– semaní y fijarnos en Jesús, anegado en tristeza de muerte, a fin de saber cómo hemos de portarnos. La lección que entonces Jesús nos dará será un eficaz estímulo para vencer nuestra repugnancia al dolor, y cues– te lo que cueste hemos de caer en lz. presencia de Dios, para decirle: «Padre mío, no se haga mi voluntad, sino la tuya». JESUS ANUNCIA SU PASION Texto evangélico Mirad que subimos a Jerusalén y se cumplirán todas las cosas escritas por los Profetas del Hijo del hombre, que será entregado a los gentiles, y escarnecido, e insulta– do, y escupido, y después de haberle azotado, le quitarán la vida, y al tercer día resucitará (Le. 18, 31-33). Ambientación del texto Iba Jesús por última vez a Jerusalén para celebrar la fiesta de la Pascua. Le acompañaban sus discípulos. Jesús seguía adelante, solo, pensativo, absorto en sus pensa– mientos. De pronto se para, mira a sus apóstoles y los es– pera. Tiene que comunicarles un secreto. Era el anuncio que en breve iba a cumplirse, a saber: su pasión y muer– te. Daba de ellas tales detalles que mejor que una profe• cía parecía una historia. Ya otras dos veces les había predicho el anuncio; mas nunca tuvo en sus palabras tanta claridad como en este último viaje a la Ciudad Santa. Se lo manifiesta todo: la entrega en manos de sus enemigos, los azotes, los tormen– tos, el suplicio de la cruz, en lo que habían de intervenir los gentiles, es decir, los soldados romanos. Tras la muer– te vendría la resurrección. Mientras continuaban por el camino, que serpeaba en cuesta, la voz del Maestro resonaba como un enigma in-
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