BCCCAP00000000000000000000500

AUTORRETRATO DE CRISTO 101 especial con el pecado impuro, que corrompe nuestra carne. Con todo, si alguna vez tenemos la desgracia de pro– fanar el templo de nuestro cuerpo, Jesús nos ofrece un medio excelente para santificarlo de nuevo, y es la gracia que se nos ofrece por el sacramento de la Penitencia. Con esto se realiza una verdadera resurrección. El alma muer– ta por el pecado resucita, y de este rnodo el cuerpo vuelve a ser otra vez templo santo de Dios. LA TRISTEZA DE JESUS Texto evangélico Triste está mi alma hasta la muerte (Mt. 26, 38). Ambientación del texto Se aproximaba la hora del poder de las tinieblas. La noche había cerrado. Jesús salió del Cenáculo, cruzó el torrente Cedrón en dirección a Getsemaní. Llegó al huer– to, se despidió de sus apóstoles encargándoles que orasen para vencer la tentación que había de sobrevenir. Tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, entró en el huerto y se internó entre los árboles. Aquella soledad nocturna debía de ser impresionante. Se respiraba aires de tragedia. Jesús presiente la tempes– tad que se le avecina como cuando en la cerrazón de las negras nubes comienzan a brillar los relámpagos. Es más: la tempestad ya había estallado en su alma. Diríamos que un furioso vendabal de tristeza, pavor y tedio se había desatado en su corazón. Por eso, desahogándose con sus tres discípulos ·predilectos, les hace esta confidencia: Triste está mi alma hasta la muerte. Dicho esto, se apartó de ellos a la distancia de un tiro de piedra, es decir, unos cuarenta o cincuenta pasos, y se quedó solo en medio de la espesura. Solo con su tristeza,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz