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100 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. a la divinidad. Por tanto, era cuerpo de Dios, y como tal, templo también de Dios. «Verdaderamente-dice San Ambrosio-el cuerpo de Cristo es templo de Dios, en el cual se hace la purifica– ción de nuestros pecados. Verdaderamente es cuerpo de Dios aquella carne en que no pudo darse contagio de pe– cado, sino que fue sacrificio por el delito del mundo. Verdaderamente fue templo de Dios aquella carne en la cual resplandecía la imagen de Dios, donde habitaba cor– poralmente la plenitud de la divinidad.,, Este santo templo de Dios, que era el cuerpo de Cris– to, fue en cierto modo « destruído», o, hablando más cla– ramente, fue abatido, triturado, deshecho, sacrificado y muerto por los judíos. Fue clavado en la cruz, donde se inmoló en oblación de suavísimo perfume por la reden– ción del mundo. Pero Jesús era poderoso para reedificar el templo de su cuerpo en tres días. Esta fue la señal que dio a los ju– díos de su mesianidad. Por eso tres días después de su muerte se levanta por su propia virtud del sepulcro rebo– sante de vida y de gloria para no volver a morir. La resurrección de Cristo es el milagro más estupendo, la prueba más clara de que ÉJ es el Mesías, el Hijo de Dios. El cuerpo de Cristo resucitado es la más grande ma– ravilla, el templo d_p Dios más hermoso, más clarificado, más digno de respeto y de veneración. Este cuerpo glorioso de Cristo viene a nosotros por la sagrada Eucaristía. Después de comulgar sí que podemos decir que nosotros somos templo de Dios. Nuestro cora– zón se convierte en sagrario viviente, donde el Rey de los cielos tiene su morada, s~ trono de amor. Jesús, con su presencia, nos hace templos vivos de Dios. Aún más : aunque su presencia sacramental desapa– rezca de nosotros, la gracia que nos comunica con su di– vino contacto, persevera. y deber nuestro es conservarnos en íntima unión con !"ª'.. viviendo bajo su divino influjo. Lo que ante todo debemos evitar es profanar el tem– plo de nuestro corazón, morada de Cristo. El templo de Dios, que es nuestro cuerpo, se profana con el pecado, en

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