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AUTORRETRATO DE CRISTO 99 enigmática: Destruid este templo y Yo lo levantaré en tres días. Ellos le miraron con una sonrisa burlona, creyendo una locura lo que aquel joven afirmaba. Ni los mismos discípulos entendieron por entonces lo que el Maestro de– cía. Sólo penetraron el sentido de las palabras de Jesús, después de su resurrección. Jesús se refería al templo de su cuerpo. Reflexiones Nada tiene que admirarnos el que Jesús llamase tem– plo a su propio cuerpo. Templo es el cuerpo de todo hombre. Templo del espíritu, porque en él habita el alma, en donde resplandece la imagen de Dios. Sobre todo es templo santo de Dios el cuerpo del que se halla en gracia. La gracia es una participación de la divina naturaleza, y quien posee esta gracia atrae de tal modo las miradas del Señor, que Dios uno y trino viene a colocar allí su trono de amor, su templo. San Pablo habla con toda claridad de este templo de Dios que es cada uno de los cristianos. Escribiendo a los Corintios dice expresamente: «El templo de Dios es santo, y ese templo sois vosotros» (I Cor. 3,· 17). Y en la misma carta, exhortando a la pureza de vida, recomienda res– peto al propio cuerpo como templo que es de Dios, di– ciendo: «¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros?» (I Cor. 6, 19). Mas el cuerpo de Cristo es templo de Dios de una ma– nera mucho más perfecta que lo es el cuerpo de los fieles cristianos, por santos que sean. San Pablo también nos aclara este pensamiento con las siguientes palabras: «En Cristo habita toda la plenitud de la divinidad corporal– mente» (Col. 2, 9). Este adverbio corporalmente quiere decir de una manera real y verdadera. Esta idea viene a coincidir con la gráfica frase de San Juan: «El Verbo se hizo carne» (Jn. l, 14). Esto es, tomó cuerpo humano mor– tal y pasible. Este cuerpo estaba unido hipostáticamente
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