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98 CÁNDIDO DE VIÑAYO, O. F. M., CAP. Él quiere compartir con nosotros los afectos de su fami– lia. Desea llamarnos hermano y hermana y madre, y que en realidad lo seamos. Quien cumpla la voluntad de Dios es para Jesús «hermano por herencia del cielo, hermana por delicado amor, y madre por sujeción maravillosa y dignidad no entendida, sino de los que de corazón, orando dicen: «Hágase, Señor, en todo y por todo vuestra vo– luntad» (Beato Orozco). EL CUERPO DE JESUS, TEMPLO DE DIOS Texto evangélico Destruid este templo y Yo lo levantaré en tres dí<M (Jn. 2, 19). Ambientación del texto Se hallaba Jesús en Jerusalén con motivo de la fiesta de la Pascua. Su visita al Templo le ofreció un espectáculo que llenó de dolor su alma. En los atrios había multitud de animales que se vendían para los sacrificios. Mesas de cambio de moneda se veían por doquier. Allí se traficaba y resonaba una gran gritería entre los mercaderes y com– pradores con los mugidos de los bueyes y el balar de los corderos. Aquello era una verdadera p:::ofanación. Jesús, encendido en santa ira, hizo un azote de cuerdas y expulsó con él del sagrado recinto a los animales y a los mercaderes, volcó las mesas de los cambistas e increpó a los vendedores de palomas. Todos obedecieron las órde– nes del joven profeta y salieron silenciosos del Templo. Mas los ministros del culto, extrañados del atrevimien– to de aquel desconocido, le preguntaron con cierto resen– timiento: «¿Qué señal nos das que justifique lo que ha– ces?» Jesús penetró con su mirada el fondo de sus cora– zones, vio que no eran dignos de una clara respuesta, y con impresionante serenidad les contestó con esta frase
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