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4. CONVERSION DE LA MUJER PECADORA Un fariseo invitó ·a J,esús a comer en su casa. P,ero se mostró frío con ,El, no lavándo1e las m·anos ni dándole el beso de paz, com,o era cos– tumbre. . ·Cuand·o acababan de po·nerse a la mesa, se pr•esentó una mujer, co– nocida ,en la •ciudad como pe·cadora. Llevaba un frasco ,de alabastro lle– no de perfum-e y, postrada a los p1es d,e Jesús, c•omenzó a ,b.añárselos con sus lágrimas y .a secárselos •co·n sus cab•ello,s. Y ungiendo también con e1 p 1 erfume los 1 pies •d•el .M·aestro, se los b,esaba amoro,samente. ,El .faris•eo ,qu.e h.abía invitado ,a J 1 esús, al v-er la ·escena, empezó a •dis– currir .en su int,erior -de •e·sta m·an,era: « 1 Si •éste fu.era en r •ealidad profeta, con·o,cería bien la clase de mujer que le ,está tocando». En este momento . le ·dijo J,esús: «Simó·n, tengo algo que. decirte». Y ·él contestó: «,Maestro, dilo». J-es-ú·s continuó: «Un prestamista tenía do•s deudor-es. Uno le d-ebía quinientos denarios, otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, les p-erdo·nó ,a ·ambos. ¿ Quién de los -dos cr,ees que Ie· amará más?» Simón :riespondió: «Yo -cr,e,o 1qu·e lie ama·rá más aquél a ,quien más le perdo,nó». «Has juzgado bien», dij,o Jesús. Y volviéndos•e a la muj,er, continuó di– ciendo a Simón: «¿Ves a esta mujer-? Yo he entrado en tu casa y tú no · m 1 e ,h·as ofr.ecid·o :agua p·ara lo-s pies. :Más ésta m 1 e los ·ha bañado con sus lágrimas y lo·s -ha ·enjugado con -sus ·c-ab,ello·s. Tú no m•e has dado •el bieso de paz; más ésta, desde que ha ,entr,ado, n,o ha cesado de •be:sar mis pies. Tú no has ungido· con óleo mi cabeza; mas ésta h.a u.ngido mis ·pies con perfume. Por eso te digo: Le quedan perdonado·s sus m.uchos pe~ados, porqite ha a111_1ado mucho. ·Mas a quien poco se perdona, poco ama.» . Y ·dijo a la lllujer: «Que·dan perdonados tus p•ecado-s ... Tu fe te ha salvado; vete en paz» (Le 7, 3·6-50). No dice el Evangelio quién era esta mujer, aunque muchos piensan que sería María Magdalena. Lo i:mportante es la lección que nos· da: To– dos los pecados desaparecen cuando triunfa en el alma el am.or de Cristo. . . 5. RESURRECCION DE LA HIJA DE JAIRO {:Le 8, 40-50). Ci 1 erto día, .al ser r•ecibido Jesús •en Cafarnaúm por un inm•e:nso gen– tío, un hombre llamado Jairo, 1 qu•e era jefe d-e la 1 sinag,o•ga, se ,echó a los pies de J,esús rogándole fu.era. a su _.c:asa, dond,e s•e ,hallaba ya muriendo su hij-a única, 1que t,ení-a unos -doc,e ,añ·os. . Jesús s·e puso en camino acompañado· p,or las ·gentes, que· se apreta– ban en torno 1 a ·El. Fue -entonoes cuand,o una mujer, qu,e padecía flujo de •sangr,e, 1 S·e ·aoercó •cautelosam,ente ·a J.esús y tocó llena •de fe la orla de su manto, qu-edando curada ·al instante. Antes ,qu-e llegara a ·casa de Jairo, vinieron ·a decir 'ª éste que n-o mo– lestara ya m.ás al ,Maestro, pues la •niña había muerto. •,Pero J-esú·s le •dijo: «No tre pre.ocup-es; ,cr·ee y ,será salvada». Continuó Jesús su camino y 1 sólo permitió que ,entrasen con El en la habitación ,de la niña Pedro·, Juan y Santiago, y los padres ,de la niña. A los que lloraban les dijo: «No· lloréis, pues la niña no ha muerto, sin•o duerrne». Lo cual :fue tomado a chanza. 58

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