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Hijo de Dios». Lo mismo repetían 1os soldados y el pueblo, que ya no estaba azuzado por la malicia ,de los sa,cerdotes y escribas. Recapacitando sobre todo lo ocurrido en aquel incomprensible pro– ceso, las gentes volvían del Calvario 1 dán-dose golp,es de pecho. 6. LA HERIDA DEL COSTADO. ·Cuando Jesús había ya expirado, vinieron otros sol,dados encarga-do-s de ro 1 mper las piernas a Ios cruci:5ica,dos, para •que se 1 desangrara·n y mu– rieran cuanto antes. Así lo hicieron -con los ·dos ladro,nes, •qu-e vivían to– davía. A Jesús, como le vieron ya muerto, no le .quebraron las plenias. Pero uno de los soldados le traspas•Óel costado con una lanza, y por la herida abierta salió sangre y agua. Advierte San Juan que ,de esta manera se cumplió en Jesús lo dicho en el Exo,do (12, 46) sobr.e el cordero ,pascual: «No ,le queb.rantaréis nin·gún hueso·». En la herida del costado d-e Cristo se sim·boliza su voluntad ,d,e .ab.rir a los hom:b.res la riqueza •de su Corazón hasta dar por nosotros la última gota de su sa•ngre. · 7. LA SEPULTURA. Para que el ·cuerpo -de Jesús •no fu.era · echa.do en una fosa común co,n los dos 1 ladrori.es, un ,ho.mbre ilust~e y rico 1 de Jerusal,én, llama,do José ,de Arimatea, que ocultamen_te era -discípulo 1 de Jesús, .s,e· pr•esentó a PiJato para .p·e·dirle el •cadáver del Maestro. ;Se extrañó Pilato d-e -que hubiera muerto tan pronto y, cerciorado ·po,r el centurió.n, 1 conc•edió a José lo que pedía. Con esta a·utorización y despu.és de prov-eerse de -una sábana o sudario, se fue al Gól-gota dispuesto a dar sepul– tura deco,ro,sa al cuerpo d.e Jesús. Uniose a él ¡Ni 1 codemo, fariseo y miembro -del Sanedrín, el cual había de– fendido al Maestro y a·hora llevaba para .un·girle cerca ,d·e cien libras de mirra y áloe. No podían entretenerse mucho •en su ,piadosa obra, pues a la caída del sol iba a dar comienzo la solemnidad ,de la Pascua. Allí, en un huerto cerca del Calvario, tenía José de Arimatea su propio -sepulcro, en eJ que nadie había sido enterrado, y lo cedió con gusto para Jesús. · Ayudados sin duda ·por las santas lllujeres y después de dejar a ·, María abrazar el cuerpo d,e su Hijo, José y Nicodemo envolvieron en fajas el cadáver ungido con aromas y lo colocaron en el sepulcro. Lo cerraron con una gran piedra y se fueron. Es de supo·ner .que aún los ·que no pensaban en la pro.fecía de la resu– rrección ·de J,esús, tenían Ja íntim!a convic•cÍón ,de que aquel e.piso·dio• no podía terminar así. 8. GUARDIAS EN EL SEPULCRO. Los en·emigos •d·e Jesús podrían haber que·dado tranquilos. ¿Qué po·dían temer ya d·e un hombre muerto y enterrado? Se ,recordaban, sin embargo, de su predicción de que .resucitaría al .tercer día de morir y pensaron en la posibilidad de que ,los ·discípulos robaran el cuerpo de su Maest 1 ro y dijeran había resucitado, ·acrecentando así Ja estima– ción popular por Jesús. 127
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