BCCCAP00000000000000000000497

ver a preguntarle: «¿No respondes nada? Atiende a cuántas cosas te re– crimriinan». Jesús guardó s.i•len·cio y ,Pilato salió ·a d·e-cir a los acusadores: «Yo no encu:entro en El culpa alguna». . Los sac-erdotes protestaron: «¿Cómo no hallas .delito en •este hombre? Pues hace sublevaciones al pueblo enseñan·do por toda Jud-ea, ,des-de Ga, lilea hasta aquí». Pilato tenía ganas de acabar con el asunto, y, al oír esta acusación, preguntó si J-esús era gali,leo. Ante la respuesta afirma– tiva ·Creyó una bue-na solu•ción enviarle a H·erodes, tetrarca de Ga1i\lea, que •estaba también en J erusal,én por a,quellos día·s. ~erode,s se alegró de ver al famoso Maestro, esperando realizaría al· gún milagro en su presencia. Jesús no despegó sus labios ante sus pre– guntas y Herodes, no haciendo caso de las acusaciones de sacerdotes y escribas, le rem.itió a Pilato vestido de una túnica blanca en señal de desprecio, pero que era al mismo tiem1po signo de su inocencia. 2. JESUS Y BARRABAS. Cuando Pilato s,e encontró .de .nu•evo con J.esús sin que tampoco He– rod-es hubiera hallado motivo para ·condenarle, ·empezó a discurrir un modo ,de ponerle en libertad que al m1smo tiempo le dejara bien con sus acusadores. Con motivo de la fiesta de 1a Pascua tenía ,qu.e soltar a uno ·d,e los ,de– teni,dos, entregándolo al pueblo. Había uno llamado Barrabás, que era ladrón y estaba en•carcelado por un ·homicidio co 1 metido durante u.na revuelta. Pilato les pr-opuso ,qu-e ,escogieran ,entre J-esús y Barrabás, convenci.do de que se •d·ecidirían por J,esús. «¿A qui 1 én ,queréis que suelte?», les •dijo. «¿A J-esús o a Barrabás?». Y la turba, instig.ada por los sacerdotes y es– cribas, gritó: «¡A Barrabás!» Pilato les preguntó contrariado: «¿Y qué voy a hacer de J,esús, el ,llamado ·Cristo?» «¡Cru·cifícale !», respondieron.. P,ilato i 1 nsistió: «Pero ¿qué ha hecho ·d·e ,malo?» Y -ellos v-olviero·n .a gritar s.in atenerse a razones : «¡(Crucifícalo ! » De este modo Jesús era pos.pues 1 to a un ladrón y homicida, vergüenza de la humanidad. 3. LA FLAGELACION Y CORONACION 1 DE ESPINAS. Pilato se convenc·ió de que era inútil tratar de razonar con aquella gente, empeñada en acabar con Jesús como fuera. Mas, en vez de tener el coraj e de s,o1tar a J,esús, empezó cedi.endo un po 1 co. Se imagi,nó q11e un castigo duro aplacaría a los acusa-dores. Con ·esta i·ntencíón mandó azotar a Jesús. La flagelación constituía una tortura física espantosa. El Sanedrín po·día imponer esa pena, que se limitab·a a 39 azotes. Pero entre los romanos no l1abía limitación alguna. Se suj.etaba al cond-enado, por la-s muñecas, a una columna, lo suficientemente bajo p ara qu,e sus ·espaldas ,quedaran encorva– das. Sobre ellas, desnudas, los esbirros descargaban fuertes 1 golpes con recio•s látigos de cu-ero .terminados en b-o,las de metal. E-ra un to·rme·nto capaz de matar -a un hombre y siempre lo dejaba exhausto. El paciente perdía mucha sa·ngre a través de las heridas abiertas y todos los miembros quedaban amo– ratados y la carne magullada. ·,119

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz