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libre de las ocupaciones, que no deberían ser muchas. Austeridad absolu– ta en la mesa, cada religioso dispone de libertad para privarse carne, vi– no y alimentos de valor. Las casas se edificarán fuera de la ciudad y, mientras sea posible, serán de mimbres y barro. No recibirán retribución por sus ministerios, sino que pedirán limosna todos los días. La reforma Capuchina, de tanto rigor en sus formas , se mostraba en fondo poco franciscana. Reforzada por el ingreso de grandes persona– lidades de la "Observancia", se vio la necesidad de hacerla más equilibra– da volviendo la genuino espíritu de Francisco. Para ello se convocó un nuevo Capítulo con el fin de discutir las nuevas Constituciones. Algunos de los iniciadores de la reforma no resistieron este cambio, creando verda– deros problemas, por lo que tuvieron que ser expulsados de la Orden. En 1536 se promulgaron las nuevas Constituciones , donde la me– sura y el equilibrio entre la contemplación y la acción llegaron a tal pun– to que se que convirtieron, prácticamente, en la legislación definitiva de la Orden. Las posteriores renovaciones sólo detalles introducirán de talles ele forma que no afectan al contenido. La celebración del Concilio de Trento (1545-63) favoreció la conso– lidación de la reforma. Con la instauración de casas de estudio en vistas a la formación para el ministerio, unos conventos más especiosos y una or– ganización más disciplinada, los Capuchinos no sólo se afianzaron sino que lograron expandirse geográficamente. Primero fue Francia, después Bélgica. En España resultó más difí– cil por la prevención existente en la Corte de Felipe II, al considerar que la nueva reforma de los Capuchinos no añadía nada a la ya existente en España y muy extendida reforma de los Descalzos y Alcantarinos. El primer intento parece que fue en 1570, aunque sin resultados positivos. En 1575, invitados por el marqués de Santa Cruz, vinieron dos religiosos españoles que se instalaron en El Viso (Ciudad Real); pero tampoco consiguieron la autorización del Rey para fundar y se volvieron a Italia. Por último, un grupo de Capuchinos consiguieron establecerse en 1578 en Barcelona. La Orden fue extendiéndose rápidamente hacia el Rosellón, luego hacia Valencia (1596) y, finalmente , Aragón (1598) y Navarra (1606.) Castilla seguía cerrada a los Capuchinos, hasta que en 1609 lograron es– tablecerse en Madrid; multiplicándose posteriormente por otros puntos de Castilla y Andalucía (1613). 7
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