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Nuestra evangelización o actividad apostólica, aunque plural, no tiene que ser indiscriminada, sino, más bien, responder a las necesidades de la Iglesia, de los hombres y del mundo, pero siempre desde nuestra con– dición de franciscano-capuchinos. Por eso, cualquier ministerio se ha de ejercer desde la minoridad y la pobreza, la cual comporta la renuncia a todo afán de protagonismo y la disponibilidad de nuestras personas, nuestro tiempo y nuestros bienes en favor, sobre todo, de los más necesitados. La presencia evangélica en otras culturas, bien sea ayudando a las iglesias jóvenes o acompañando a otros grupos no cristianos en su proceso de humanización ha sido una constante en nuestra tradición. Pero no po– demos descuidar, por afectarnos más de cerca y para no arriesgar nuestra identidad misionera, el problema de la increencia en nuestra cultura euro– pea. Por tanto es un problema vital el abrirnos, de forma dialogante, al re– to que la cultura de nuestra sociedad nos plantea, para ofrecerle la Buena Noticia del Reino. ~~!?, H,•• ,,,.i ·~~\)Jf " 14

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