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nitaria de modo que esta dimensión orante sea el compromiso fundamen– tal de toda nuestra existencia. c.) SEGUIR A CRISTO POBRE Otra de los valores franciscanos que configuran la vida de los Capuchinos es la pobreza. Cuando la redescubrieron en una sociedad re– nacentista donde el refinamiento y la ostentación representaban la nueva forma de realización personal, la pobreza capuchina adquirió tintes provo– cativos que sirvieron de revulsivo evangélico para la cristiandad. Por lo pronto renunciaron a toda propiedad,insistiendo en que los "lugares" o casas donde vivan sean "pequeñas, humildes, despreciables y bajas", tomando como modelo "las pequeñas casas de los pobres".. Dentro de la misma austeridad estaban los utensilios, la comida y los vestidos, insistiendo que fueran "de paños viles ... , abyectos, austeros, rudos y despreciables". Todo un conjunto que contrastaba proféticamente con el nivel social de las clases altas. Sin embargo la pobreza capuchina no era un acto de masoquis– mo. En el fondo aleteaba la ternura y la solidaridad con los pobres. Así se ordena "en tiempo de carestía, para salir al paso a las necesidades de los pobres, se pide limosna para ellos por medio de hermanos ex– presamente deputados por los superiores, a ejemplo del piadosísimo Padre, que sentían gran compasión hacia los pobres..." Puesto que aquellos que tiene el corazón libre de afectos terrenos, les resulta dul– ce, justo y obligado morir por quien murió por nosotros en la cruz, se ordena que, en tiempo de peste, los hermanos vayan a servir a los apestados...". Pero poco hubiera valido toda esta austeridad de no profundizar en el desarraigo y desapropiación interior de la pobreza. La pobreza hu– milde o minoridad conlleva al no pretender los puestos ni estar sobre los demás, sino siempre a su servicio. Así al menos lo entendieron los Capuchinos al renunciar a su autonomía respecto a los obispos. Hoy, aunque la situación social ha cambiado, la pobreza es un empeño importante en nuestra vida porque la vivió Jesús, Francisco le siguió por ese camino y numerosos hombres y mujeres la sufren de forma inhumana. Nuestra pobreza, por tanto, exige un modo de vivir austero, so– brio y sencillo, tanto en la comida y vestidos, como en los edificios; y la 11

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