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El modo como lo hicieron en consecuencia de la época. El siglo XVI representa el culmen del intimismo. Por lo que no es extraño que la con– templación capuchina tomara la forma de "oración mental". Todo, pues, deberá estar al servicio de este tipo de oración. La voluntad de imitar a Francisco les llevó a rodearla de un eremitismo tal radical, que ponía en peligro otros valores esenciales de la Fraternidad; cosa que se corrigió pos– teriormente. Con este estilo "motivado" que caracteriza la legislación capuchina, Las Constituciones de 1536 nos dicen que "siendo la oración la maestra espiritual de los hermanos, a fin de que no se entibie en los hermanos el espíritu de la devoción, sino que ardiendo continuamente en el corazón se encienda cada día más, como lo deseaba el seráfico Padre, por más que el verdadero hermano menor ora siempre, se ordena con todo que, a este fin, se destinen para los tibios dos horas de oración en privado. Y tengan en cuenta los hermanos que orar no es otra cosa que ha– blar con Dios con el corazón; no ora el que habla de Dios sólo con la boca.Por lo cual cada uno se esforzará por hacer oración mental y, según la doctrina de Cristo,óptimo Maestro, adorar al eterno Padre en espíritu y en verdad, atendiendo diligentemente a iluminar la mente e inflamar el afecto más bien que articular palabras. La preocupación por una oración desnuda que deje al hermano an– te la presencia interpelante de Dios, es evidente. La austeridad con que protegen al encuentro con Dios de toda forma expresiva que pueda deva– luarlo, lo convierte en un ejercicio aparentemente frío; sin embargo nada más lejos de la verdad, la oración mental o el hablar a Dios del Capuchino debe llevar a "inflamar el afecto más que a producir palabras huecas". Leído desde nuestra perspectiva, la herencia espiritual que nos deja– ron nuestros antepasados Capuchinos nos compromete a retomar la contem– plación como un valor fundamental de nuestra identidad. Sin embargo dificil– mente se podrá llegar a una oración contemplativa propiamente dicha, si an– tes no se cultiva una actitud contemplativa frente a la vida. Contemplar la vida y la historia es mirarlas con respeto y sin afán alguno de dominio o so– metimiento, porque las descubrimos habitadas por la presencia del Dios co– munitario que se nos manifiesta cadalladamente desde ella. La fidelidad a esta presencia amorosa se nos convierte en un reto que demanda nuestra humilde presencia para llegar al encuentro de la oración. La oración es la maestra espiritual de los hermanos. Por tanto, el espíritu de oración ha de animar y vitalizar toda nuestra vida de trabajo, relaciones humanas y apostolados. En el centro de la Fraternidad ha de estar la oración, y hemos de organizar toda nuestra vida personal y comu- 10

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