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El ángel declara que María se halla con una plenitud de gracia y de vida sobrenatural que la tiene preparada para ser Madre de Dios. Esta plenitud de María no hubiera sido total si en algún momento de su existenci1 hubiera sido esclava del pecado original. Los cristianos siempre vieron en María a la predilecta de Dios entre los demás hombres, y desde el principio de la Iglesia se pensó de ella lo mejor. Muchos teólogos de la Edad Media se encontraron con la dificul– tad de que los méritos de Cristo eran para la Redención del pecado. Por tanto, la Virgen tendría que tener siquiera un instante el pecado original, para que Cristo la redimiera también a ella. Pero el fran- · ciscano Juan Duns Escoto solucionó magistralmente la dificultad di– ciendo que la Redención de María fue la más perfecta, pues por los méritos de Cristo fue preservada del pecado original, mientras que los derriás· hombres somos librados después de contraerlo. Por esta razón Juan Duns Escoto es considerado como el teólogo de la In– maculada. El 8 de diciembre de 1854, Pío IX definió como dogma de fe la Inmaculada Concepción de María. 3. LA MADRE DE DIOS «Decimos que la Virgen María es Madre de Dios, porque de ella nació Jesucristo, que es verdadero Dios y verdadero hom– bre» (Catecismo, n. 68). Todos los privilegios de la Virgen tienen su fundamento en su principal grandeza: ser la Madre de Dios. María fue Madre de Dios porque concibió y dio a luz a la Per– sona divina del Verbo según su naturaleza humana. Sería absurdo pensar que Dios eterno recibió de la Virgen su ser divino, cuando la Virgen es una creatura de Dios como los demás hombres. Pero es verdadera y propiamente Madre de Dios, porque el Niño Jesús, que nació de ella en Belén, era una Per– sona divina. Recuérdese una vez más lo que se dijo al hablar de la Encarnación del Verbo en el seno de María: «La Encarnación del Hiio de Dios se realizó formando el Espíritu Santo de las purísimas entrañas de la Virgen Maríá un cuerpo perfectísimo y creando un alma nobilísima que unió a aquel cuerpo; en el mismo instante a este cuerpo y alma .~e unió el Hijo de Dios, y de esta suerte, el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo, quedó hecho hombre». 74

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