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Cuando m_urió crucificado 1 allá estaba María junto a la Cruz; y si– guió unida a los discípulos que, reunidos con ella en oración, reci– bieron el Espíritu Santo. De este modo el nacimiento de la Iglesia, lo mismo que el nacimiento de Cristo, sé verificó al calor del amor maternal de María. (Con razón, pues, Pablo VI, durante el Concilio Vaticano II, ha proclamado a María Madre de la Iglesia). Después de algunos años pasados en compañía de San Juan, Ma– ría murió. Pero a semejapza de Jesús, su Hijo, resucitó en seguida y fue llevada en cuerpo y· alma a los cielos. 2. INMACULADA CONCEPCION El pecado original es una mancha de la humanidad que todo hombre contrae en el mismo ·momento de su conceoción, es de::ir, al empezar a ser persona humana. · ·· Pero esta mancha del pecado original no pudo llegar a Maríá,·pues ella era la destinada a ser Madre de Aquel que quebrantaría la ca– beza de la serpiente diabólica contrarrestando el efecto del pecado or~ginal. Inmaculada Concepción de María quiere decir que la Virgen San– tís ·_ma no tuvo nunca el pecado original siendo esclava de Satanás, s:no que desde el primer instante de su existencia poseyó la gracia santificante que la hacía amiga de Dios. Este privile~io de María se debe a los méritos de Cristo, pues por estar destinada a ser su Madre no tuvo nada que ver con el demonio. En dos lugares de la Sagrada Escritura se funda nuestro conoci– m~e :i.to de la Inmaculada Concepción de María: 1) En la sentencia de Dios contra el diablo después del peca– do de los pr_imeros padres: «Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer y entre tu Lnaje ·y el suyo; éste te apla,')tará la cabeza ... » (Gn 3, 15). Aquí se anuncia h victoria de Cristo sobre el diablo, di– ciendo que será hijo de una mujer que tendrá perpetua enemis– tad con el demonio. María, la Madre de Tesús, tuvo, pues, ene– mistad pernetua con el demonio, no pudiendo estar ni un ins– tante manchada con el pecado origina} 2) En el saludo del ángel, cuando le anunció la Encarnación del Verbo: «Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo» (Le 1, 28). 73
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