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Al pecar en Adán todo el género humano, los hombres que– daron en poder del diablo, que había sido el vencedor. Estaban así apartados de Dios, sin posibilidad de volver a El, pues el pecado rompió todos los lazos de unión con Dios en el orden sobrenatural. La humanidad, por sí sola, se hallaba en el abismo infinito del pecado sin medio alguno para salir de él. Nada podía hacer el hombre que mereciera el amor sobrenatural de Dios y el perdón de su pecado, ya que sin la fuerza ·de la gracia todas sus acciones naturales eran inútiles para é:ilcanzar el fin so– brenatural. En esta situación de imposibilidad de salir del pecado y de la esclavitud del diablo, era necesario que alguien, con poder infinito, interviniera para librar al hombre. Dios, por su parte, quería una satisfacción por el pecado y que alguien mereciera el perdón del mismo. Y en tal necesidad sólo podía valer el socorro de una per– sona que fuera hombre para poder merecer el perdón ante Dios, y que fuera también Dios, para que ese mérito tuviera un valor infinito. La humanidad, pues, necesitaba después del pecado la Re– dención hecha por Jesucristo. 2. LA ENCARNACION DEL VERBO La obra suprema y más maravillosa que Dios realizó en el mun– do fue la Encarnación del Verbo, por la cual la segunda Persona de la Santísima Trinidad, el Hijo, sin dejar de ser Dios eterno se hizo también hombre. San Juan lo expresa con estas palabras en su Evangelio: «El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros» (J n 1, 14). Y porque el hacerse hombre exige el tomar carne humana, a este misterio se le llama Encarnación del Verbo. El catecismo lo describe así: «La Encarnación del Hijo de Dios se realizó formando el Espíritu Santo de las purísimas .en– trañas de la Virgen María un cuerpo perfectísimo y creando un alma nobilísima que unió a aquel cuerpo; en el mismo instante a este cuerpo y alma se unió el Hijo de Dios; y de esta suerte, el que antes era sólo Dios, sin dejar de serlo, quedó hecho hombre» (n. 67). El momento de la Encarnación fue cuando el Arcángel San Ga– briel se lo comunicó a la Virgen María y ella aceptó ser la Madre del Hijo de Dios. He aquí la narración del Evangelio según San 56

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