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Ningún hombre normal puede dudar de los milagros de Jesús, narrados por muchos testigos, que llevaron tras El a las multitudes y que sus mismos enemigos reconocen. Pues «convocaron los príncipes de los sacerdotes y los fa– riseos una reunión y dijeron: ¿ Qué hacemos? ¡ Que este hombre hace muchos milagros! Si le dejamos así, todos creerán en El, y vendrán los romanos y destruirán nuestro lugar santo y nuestra nación» (Jn 11, 47-48). Los Evangelios narran en particular unos 40 milagros de Jesús, diciendo unas veinte veces de modo general que Jesús hacía mi– lagros. Se les puede clasificar así: 1) En los seres espirituales: El Evangelio cuenta ocho curaciones de endemoniados. 2) En los seres materiales: Conversión del agua en vino, calma de la tempestad, dos pescas milagrosas, dos multiplicaciones del pan, caminar sobre las aguas ... 3) En los hombres: Tres resurrecciones de muertos (Lázaro de cuatro días), curación de toda clase de enfer– medades, a veces a distancia y sin saberlo el enfermo. 4) En sí mismo: El milagro máximo de Jesús fue su propia resurrección, que indica un dominio absoluto so– bre la muerte y sobre la vida que sólo puede correspon– der a Dios. 5. MILAGROS EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA Sobre todo al principio de la Iglesia eran convenientes los mila– gros para llamar la atención del mundo sobre la doctrina de Cristo. Los apóstoles realizaron muchos milagros que se cuentan en los Hechos de los Apóstoles, especialmente curación de enfermos y has– ta resurrección de muertos. En tiempo de las persecuciones se producían muchas maravillas cuando los tiranos se disponían a matar a los cristianos. Y. aunque muchos atribuían los milagros a malas artes de h echiceros, otros se convertían viendo allí la mano de Dios. Desde entonces siempre ha habido de cuando en cuando milagros que Dios realiza por medio de santos y sobre todo por medio de la Virgen Santísima, testimoniando así la verdad de la Iglesia católica. 34

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