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La Palabra de Dios se hizo Hombre y moró entre nosotros. Lo testimonia San Juan al principio de su Evangelio : «El Verbo era Dios ... y el Vetbo se hizo hombre y habitó entre nosotros ... lleno de gracia y de verdad ... y de su ple– nitud recibimos todos» (Jn 1, l. 14, 16). Cuando en el juicio que le iba · a llevar a la muerte el pontífice judío le pregunta conjurándole si es el Hijo de Dios, Jesús responde: C<Tú lo has dicho» (Mt 26, 63-64). Y en su predicación, además de afirmar muchas veces que es eterno como. el Padre (J n 8, 58), om– nisciente (J n, 5, 19), etc., exige que se le siga con el mismo amor que a Dios: «El que ama al padre o a la madre más que a mí, no es digno de mí» (~t 10, 37). 28

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