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de perfecta contrición, consigue inmediatamente el perdón de los pecados, llevando un deseo consciente o inconsciente de redbir el sacramento del Bautismo o de la Penitencia, s_egún se trate de uno no bautizado o de un cristiano. 2) En la recepción del Bautismo es necesario al menos tener atrición de los pecados para que éstos se perdonen. 3) En la Penitencia es igualmente necesario el dolor por lo me– nos de atrición. Además se requiere la confesión de todos los pe– cados mortales no confesados bien y la aceptación de la satis{acción de obra o penitencia impuesta por el confesor. Esta relación al confesor, representante de la Iglesia, es también señal externa del perdón que toda la comuni– dad concede. 6. ESTADO LASTIMOSO DEL ALMA EN PECADO MORTAL Un alma en estado de pecado mortal es lo más desgraciado que se puede imaginar. Pues al modo como el alma en gracia es templo de la Santísima Trinidad y lleva el germen de la felicidad del cielo, el alma en pecado mortal es guarida de Satanás y lleva dentro como un anticipo del infierno. Los efectos desastrosos del pecado mortal en el alma son: 1) Arroja de ella a Dios, privándola de su presencia amorosa por la vida sobrenatural. 2) Destruye la gracia santificante y con ella la vida sobrenatu– ral por la que el hombre se dirigía a su último fin. 3) Hace que se pierdan todos los méritos de las obras buenas realizadas e inutiliza al alma para que gane mérito alguno ante Dios por el bien que haga. (Estos méritos se recobran si se recobra la gracia). 4) Produce la desorientación más espantosa de la vida, pues el hombre en pecado mortal no camina hacia ningún fin (si no es el infierno), ya que no -hay más justificación para la vida humana que el fin que Dios le señaló y al que sólo se camina por la gracia. 5) Hace al hombre reo del infierno, y a él ,se irá si muere en ese estado, perdiendo para siempre toda posibilidad de cambiar su suerte, fracasada para siempre y del mo~o más horrendo. 118 El pecado mortal es lo que Dios más aborrece, por set la desgracia mayor de los hombres, a los que El desea amar y que se resisten a ~u amor.

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