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Los pecados mortales pueden ser más o menos graves, como supone Jesús cuando dice a Pilato: «Los que me han entregado a ti, tienen mayor pecado» (J n 19, 11). El pecado es mayor o menor: 1) Según la virtud opuesta: Es mayor un pecado contra la fe que contra la justicia. 2) Según la dignidad de la persona ofendida: Es mayor pecado matar al propio padre que a otro hombre de la calle. 3) Según el perjuicio que cause: Es mayor pecado matar a uno que robarle mil pesetas. 2. MISERICORDIA DE DIOS Misericordia es el atributo divino por el que se mueve a socorrer la miseria de la creatura pecadora. Dios, de ordinario no castiga inmediatamente los pecados de los hombres. Escribe San Pedro: «El Señor os aguarda pacientemente, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan a penitencia» (2 P 3, 9). En el Antiguo Testamento se exalta la misericordia del Señor para con el pueblo de Israel, que repetidamente le fue ingrato. Pero la mejor manifestación de la misericordia de Dios para con los hombres es el mismo Jesús. «Por eso hubo de asemejarse en todo a sus hermanos, a fin de hacerse Pontífice misericordioso y fiel, en las cosas que tocan a Dios, para expiar los pecados del pueblo» (Heb 2, 17). «Tanto amó Dios al múndo -dijo Jesús a Nicodemo- que le en– tregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en El no pe– rezca, sino que tenga la vida eterna» (Jn 3, 16). Y a todos nos invita: « Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados que yo os aliviaré» (Mt 11, 28). Frente a la negra oscuridad del pecado resalta infinita– mente la misericordia del Señor. El Corazón de Cristo, abierto de una lanzada después de morir en cruz por nuestros pecados, es el mejor testi– monio de que Dios nos quiere ver arrepentidos para po– der perdonarnos. «En esto hemos conocido la caridad, en que El dio su vida por nosotrosn (1 J n 3, 16). 115

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