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LECTURA Padre espiritual hasta el heroísmo Tiempo de guerra. Cerca de la estación ferroviaria de un pueblo contiguo a la línea de fuego, ciento cincuenta heridos esperan tendidos sobre monto– nes de paja. Ocho de ellos, más graves, agonizan en un rincón. En medio de los sofocados lamentos, se deja oír una voz: -Un sacerdote. Quiero confesarme. Es tal la angustia de aquella voz, que la enfermera se levanta y pregunta en voz alta: - ¿Hay algún sacerdote por aquí? Nadie responde, y la enfermera se aleja del moribundo. Mas de repente siente que alguien tira de su vestido ... Ve a uno de los moribundos, que, arrastrándose, ha llegado hasta ella. En su rostro desfigurado por el sufri– miento, la ansiedad da a sus ojos un brillo especial. - Señora, yo soy sacerdote; puedo absolver. Lléveme a donde está aquel hombre ---le dice, señalando una cruz que brilla en su pecho. Es un capellán militar. La enfermera duda. El pobre tiene los riñones destrozados por 1a metralla de un obús. El más leve movimiento, además de producirle atroces tormentos, puede serle fatal. Está por decirle que no; pero la voz del sacerdote, más débil y suplicante, se hace ahora imperiosa y severa, como un grito de santa indignación. -¿No conoce el valor de un alma? ¿Qué es un cuarto de hora de vida, comparado con un alma que se salva? La enfermera ya no puede dudar. Llama a otros enfermeros y entre todos ayudan al capellán a llegar hasta el otro moribundo. Cuando ambos están juntos, se miran con una sonrisa. Uno tiene el gozo de poder reconciliarse con Dios. En el otro hay la alegría del padre que viene a salvar a un hijo suyo perdido . . . Los dejan solos un rato .. . L3. enfermera es luego llamada por el sacerdote: - Ayúdeme a trazar la señal del perdón - le dice con esfuerzo, ya casi muriéndose él también- ; yo no puedo ... Con mano temblorosa se levanta aquel brazo por última vez y el esfuerzo agota al heroico capellán, que muere sobre el pecho de su penitente. 94 Aplicacion a la vida Una reflexión: Los sacerdotes tienen el papel de otrecer al mundo toda la realidad salvadora de Cristo. Aunque su función es de servicio y a pesar de ser hombres no siempre nerfectos, tienen la dignidad sobrenatural que les da su estrecha relación con Cristo. Un propósito: A ejemplo de San Francisco de Asís, que afirmaba sa– ludaría antes a un sacerdote que a un ángel, veré siempre en el sacerdote al representante de Dios, con poderes divinos para san– tificarme.

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