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pero no se haga mi Yoluntad, sino la tnya>> (Le 22, 12). Y el Padre no apar– tó de Jesús d cáliz de la Pasión. De todas las oraciones o fórmulas para orar, la mús excelente es el Padre– nuestro, que enserió el mismo Jesucristo cuando <<hallándose El orando en cierto lugar, así qm' acabó le dijo uno de los discípulos: Seüor, enséüanos a orar, como también Juan enseüaba a sus discípulos. El les dijo: Cuando oréis decid: Padre nuestro, etc.» (Le 11, 1-1; :.\It G, 9-13). Por eso se llama al Padrenuestro la Oración del Señor o dominical. En ella se resumen maravillosamente todas las súplicas o peticiones que el alma fiel puede hacer a Dios. Después ck una invocación, se expresan siete peticiones: Invocación: Padre nuestro, t¡tu• estás en los l·ielos. El llamar a Dios Padre tiene para el cristiano un sentido profundísimo, pues no sólo se reconoce la paternidad universal del Creador, sino que se

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