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en el mismo momento la vida sobrenatural, perdonándosele el pecado aun antes de confrsarlo. Pero esto no le dispensa de la obligación de con– fesar los pecados de que ya se arn'pintió. Lo mismo que se necesita el bau– Lismo de agua para entrar en la Iglesia cuando se realiza la primera con– versión, también se necesita c¡ue el pecador bautizado realice el signo exterior de su conversión manifestando al sacerdote, representante de Cristo y de la Iglesia. lodos los pecados no confesados. La razón l'S que la Iglesia tiene potestad jmlicial sobre los pecados de los cristianos, en virtud de las palabras del Seüor citadas en el número 2, y de estas otras que sP ennwntran en Pl Evangelio según San l\Iateo, dirigi– das a los que iban a sPr dirigentes de la Iglesia: «I~n verdad, os digo, cuanto atareis Pll la tierra, serú atado en el cielo, v cuanto desatareis en la tierra, serú desatado en el cielo,> (l\H 18, 18). · En conclusión, el sacramenlo de la penitencia es necesario para que se perdonen los pecados mortales cometidos después del Bautismo. Y aun cuando se perdonan por el acto de' perfecta contrición, se ha de tener en– tonces intl'nc•ión de c•onf!'sarse. 55
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